El ilustrador estadounidense
Ben Tolman dibuja entre seis y ocho horas al día, con un fuerte sentido crítico.
Algunas microescenas son tristemente realistas, personas sin hogar abandonadas en una esquina llena de basura, una pelea callejera que una chica graba con un teléfono, una mujer tirada en el suelo sin que nadie haga nada más que mirar y otras son intrigantes e imposibles. Detallista con los edificios, también lo es —de un modo perverso— con los habitantes.
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